Investigamos para seguir los métodos y técnicas tradicionales en pintura artística que tan buenos resultados han producido a lo largo de la historia valorando también las modernas tecnologías.

 

   Nuestra iconografía es siempre enteramente original desarrollando e inspirándonos en los viejos maestros.

Mural en Porquera de Santullán (Palencia)

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Pintura mural en el presbiterio de la iglesia de Santa María Magdalena en Porquera de Santullán.

Ya está “acabado” el mural alusivo a Sta. María Magdalena, primera testigo de la resurrección de Jesucristo.

 

 Previamente hemos saneado y pintado la iglesia, especialmente los nervios de la bóveda y el rosetón del vértice, con imitación a piedra y rematado en pan de oro.

 

Los muros y bóvedas presentaban deterioros en forma de grietas, desconchados, etc. que hemos reparado y acabado en pintura mineral al siloxano, caracterizada por su gran transpirabilidad y con certificado "Green Building" que garantiza un ambiente sano y sostenible.

 

Asimismo, se ha abierto un zócalo eliminando el antiguo revoco y rejuntando la piedra con mortero de cal en previsión a futuras humedades por capilaridad.

 

 

 El pequeño baptisterio se devuelto a su estado original eliminando tanto un deteriorado de revoco como el revestimento de imitación a madera, ambos en deplorable estado, que lo ocultaba.

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Descripción iconográfica

La iglesia de Santa María Magdalena de Porquera de Santullán (Palencia) fue construida en el sg. XII, de factura románica, aunque fue reformada profundamente en el sg. XVI por lo cual sólo permanece de la antigua fábrica sus muros exteriores. En el interior se revocaron los paramentos y se instaló un cielo raso excepto en el presbiterio, donde se conserva la bóveda.

 Como se observa en las fotos, el interior del muro tras el altar, además de un revoco en mal estado, contenía un revestimento de madera que ha sido eliminado para la pintura del mural conservándose la hornacina que alberga el sagrario.

 La imagen refleja el episodio evangélico, narrado con pequeñas variaciones por cada uno de los evangelistas, en el que Santa María Magdalena se convierte en la primera testigo de la resurrección de Jesucristo.

Según el Nuevo Testamento, María Magdalena acudió a la tumba de Jesús para, según la costumbre judía, ungir el cadáver con aceites y aromas. Se sorprendió porque la piedra circular que tapaba la entrada del sepulcro estaba removida. Allí encontró “un varón de resplandecientes vestiduras” (un ángel) que le anunció que el cuerpo ya no estaba allí.

María, desconsolada y aturdida, de pronto vio un hombre que confundió con el hortelano, pues el sepulcro estaba junto a una huerta. Entre lágrimas, rogó a aquel hombre que si había sido él el que había sustraído el cadáver le dijera donde lo había puesto. El hombre, quizá mirándola a los ojos la llamó: “¡María!”, y en ese momento la santa, como si despertara de su aturdimiento, le reconoció: era Jesús. María intentó tocarle, pero Jesús selo impidió: “No me toques, pues aún no he subido al Padre”. De ahí el título que tradicionalmente se ha dado a esta escena; “Noli me tangere”, no me toques.

 En el mural, Jesús es representado en actitud de parara María Magdalena con su mano derecha mientras que, con la izquierda, como indicando su presencia, señala el sagrario. Éste está rodeado de flores y vegetación como símbolo de vida, primavera, belleza…; al otro lado del mural, más oscuro, el lado de la sepultura, todo son rocas y se puede ver ramas secas, símbolo de muerte; ambos, en el sentido normal de la lectura, de izquierda a derecha, simbolizan el paso de la muerte a la vida y así, la resurrección de Cristo. A ello favorece la ominosa oscuridad de las rocas contrastada con la amplitud luminosa del paisaje de la derecha.

Abajo, en la ornamentación a grisalla, se ven dos ángeles; el uno mirando al espectador señala la figura de Cristo para que los fieles fijen en ella su atención; el otro, figuradamente, protege sus ojos del resplandor emanado del Resucitado para mirarle mejor.

En un rincón, como apoyado en las rocas, aparece una pequeña lápida con una inscripción figuradamente incisa que remite al feligrés al pasaje del evangelio de San Juan que narra los hechos.

 

Abajo, y rematando el mural, aparece una ornamentación renacentista.